Si estás buscando mejorar tu relación con el dinero, hay una distinción que necesitas hacer sí o sí: gastos fijos vs. gastos variables.
¿Distingues claramente cuál es cuál en tus finanzas personales?
¿Tienes claro cuáles te pueden llevar a la ruina?
Los gastos fijos son aquellos que sí o sí tienes que pagar cada mes.
Son recurrentes, previsibles y no dependen de tus decisiones diarias.
Algunos ejemplos son:
Alquiler o hipoteca
Facturas básicas (agua, luz, internet)
Seguros
Colegios o matrículas
Estos gastos requieren compromiso y planificación, porque no puedes ignorarlos sin consecuencias para tus cuentas.
Son los primeros que pagas cada mes.
En cambio, los gastos variables son los que fluctúan.
Dependen de tu comportamiento, tus deseos o circunstancias del momento.
Algunos ejemplos:
Salidas a comer
Ropa
Regalos
Actividades de ocio
Compras impulsivas
Supermercado (estos son fijos pero variables)
Lo interesante es que estos sí los puedes ajustar si necesitas enfrentarte a un imprevisto.
¿Por qué es tan relevante esta diferencia?
Porque tenerla clara permite reaccionar con estrategia y sentido común.
Si tus ingresos bajan, sabes que los gastos fijos deben seguir cubiertos, pero puedes reducir o eliminar los variables sin comprometer tu estabilidad financiera familiar.
Dividir tus gastos en estas dos categorías también te ayuda a crear un presupuesto más realista a la vez que adaptable a tus circunstancias personales.
Uno que te permita vivir con tranquilidad, pero también disfrutar con conciencia.
Un presupuesto personal bien estructurado es fundamental para tener tranquilidad financiera.
No es cuestión de un control enfermizo, sino de saber dónde tienes margen para adaptar tus finanzas.
Si no tienes claro por dónde empezar o necesitas una guía para transformar tus hábitos financieros, una Mentoría financiera puede ser el impulso que necesitas para tomar decisiones más inteligentes y seguras con tu dinero.