Piénsalo dos veces.
En el imaginario colectivo, el banco es “el lugar seguro” donde dejar nuestro dinero.
Pero seguridad no es sinónimo de rentabilidad.
De hecho, si tu objetivo es hacer crecer tu patrimonio, el banco es probablemente el peor lugar para dejarlo.
Los productos financieros ofrecidos por la banca tradicional suelen estar cargados de comisiones opacas y sobrecostes que, aunque parecen “pocos”, se comen tu rentabilidad año tras año.
Un ejemplo claro: invertir en un fondo indexado como el MSCI World a través de una entidad bancaria puede tener una comisión total (TER + gestión + custodia) de más del 1,5% anual.
En cambio, hacerlo a través de una plataforma de inversión independiente, regulada y con enfoque en gestión pasiva, puede suponer costes totales de solo el 0,3%-0,5%.
¿La diferencia?
Más del 1% menos en comisiones puede parecer poco, pero a 10 o 20 años vista, y con el efecto del interés compuesto, representa muchos miles de euros menos en tu bolsillo y más para los beneficios del banco.
El banco no es un asesor imparcial, sus intereses no están alineados con los tuyos.
Tiene conflicto de interés estructural: su rentabilidad depende de las comisiones que tú pagas, no de los beneficios que tú obtengas.
Invierte con plataformas reguladas que te den transparencia, bajas comisiones y acceso a productos de calidad.
Tu dinero debe trabajar para ti, no para el banco.